I. Está perdida, señorita
y no le asusta.
¿Seguirá su cuerpo, atrapado
en la mente de una niña,
aún si encuentra lo que busca?
II. Aún si estas aguas te abrazaran
y sus olas, más te elevaran.
Saber no podría; tu cuerpo, ya en la cima.
Mar adentro,
sólo traga.
Aún si despertaras con el sol en tu frente
y nunca más, las estrellas altivas
coronaran tu miseria.
Saber debería; tu alma, vana y hambrienta…
… no habrá nada tan oscuro
como el resto de tus días.
Aún si pudieras quemar despacio tu esencia
sin ansia y sin pasiones
y los pétalos de tus días nunca tocaran la tierra.
No podría yo tocarte,
no estarías conmigo…
… no estarías perdida.
Aún si clamara desesperada tu nombre
alguna bestia desfallecida,
abandonada a tus pies.
Saber no podría; tu corazón, lánguido y torpe
que no quieres su abrigo,
tan sólo su piel.
III. Aún si escucharas mis vísceras temblando
cuando estás ausente o hay duda en tus ojos,
no comprenderías el significado de haberte encontrado
perdida en mi suerte,
abandonada a mi nombre.
IV. Está perdida, señorita
y ahora le asusta.
¿Se dará cuenta por sí misma
que su verdadera grima,
está en encontrar lo que cree que busca?
V. Te das cuenta, los poetas viven prendidos
a un mundo imaginario
haciendo la obsesión de un capricho.
Sabés, los filósofos son nada más que hombres desesperados
que no saben de fe más que la que ellos han escrito.
Notarás que los hombres pasan casi toda su vida
encerrados en una cárcel
por ellos mismos construida.
Sabés, mujer, aún sos un misterio porque
de otro modo, no nos interesarías.
VI. Estoy perdido, señorita… y es claro
me asusta.
¿Seguirá mi mente atrapada
en tu cuerpo, niña?
Aún si mi sed no cede con
todo aquello que busca.