martes, 29 de noviembre de 2011

(sin título) #13

Los que esperan que pase algo para que algo pase. Y siguen esperando.
Los que están cansados de todo.
Los que se despiertan y no saben qué les pasó la noche anterior.
Los que están atrapados.
Los que se preocupan por todo. Los que ya no se preocupan por nada.
Los que viven escribiendo. Y borrando.
Los que están al lado de algún teléfono que nunca suena.
Los que viven en habitaciones de hotel vacías.
Los que nunca abren las ventanas de sus casas.
Los que no pueden dormir nunca.
Los que piensan demasiado.
Los que dicen nada y hablan mucho.
Los que viven ocupados.
Los que creen que son mejores que yo. Los que probablemente lo sean.
Los que están enfermos.
Los que no pueden aceptar que lo están.
Los que se quejan de todo.
Los que son incapaces de expresar lo que sienten.
Los que no pueden controlarse. Los que quieren controlar todo.
Los que matan. Por lo que sea.
Los que les gusta quemar vivas a otras personas.
Los que duermen en la entrada de la iglesia que está frente a mi casa.
Los que no tienen amigos.
Los que compran libros para conseguir amigos.
Los que la soledad los enloqueció.
Los que enloquecieron por cualquier otra cosa.
Los que no pueden perder. Los que no saben equivocarse.
Los que viven tratando de sacarle ventaja a otro.
Todos ellos lo saben.
Y a todos nos da una sensación rara ver caer la lluvia desde algún punto
lejano, mirando a la gente mojada correr sin sentido. A todos
nos gustaría quizá estar en otro lado además de donde estamos.
A todos nos duele cuando la realidad se nos viene encima.
El tipo que se coge a su vecina. Y después pasa
delante de ella como si fueran extraños.
La piba que está divorciada y con tres hijos. Y ya no puede ser otra cosa.
La maestra jardinera que ya no quiere levantarse para ir al trabajo
porque no soporta a sus propios hijos.
El esposo que no puede decirle a su mujer que ya no la quiere.
Ella que tampoco sabe cómo decirle que su matrimonio fue una serie
de eventos desafortunados. El chico
que ya no quiere ser bueno, inteligente y responsable. Y está cansado de que
esperen siempre algo de él.
La chica que no puede dejar de mirar hacia atrás y lo único que desearía
es haber sido una mejor persona.
El tipo que no se cansa de pegarle a su novia.
La modelo de la publicidad de lencería. Los actores porno.
El hombre que duerme con un arma debajo de la cama.
Las chicas a las que les dejaron la vida en puntos suspensivos.
El loco que se cree que es Jesucristo.
La mujer de un pedófilo.
El tipo que vive pensando que se va a convertir en una cucaracha.
La chica que no puede salir de su propia histeria.
Los puestos de flores que están abiertos a las tres de la mañana.
El empleado del kiosco que trabaja quince horas por día.
A todos nos gusta creer que somos especiales. A todos alguna vez se nos dio
por esperar hasta que saliera el sol, o más tarde aún, a que algo
grandioso sucediera...
... y nada sucedió. A todos nos gusta sentir
una seguridad que es imposible tener.
A todos nos pasa que buscamos una sonrisa.
A todos nos encantaría volver a tener la sensación de que nos sorprenda un beso.
A todos nos vuelve locos ponernos a pensar qué fue lo que hicimos mal.
Cuál fue el mal que hicimos para merecer lo que nos pasa.
Cuándo perdimos de vista todo eso que nos hacía sentir bien.
Esa inagotable comedia de estar vivo.
Los fantasmas de todos los que pasaron a través de nosotros.
Las estrellas muertas, a millones de años luz, que todavía
siguen brillando en nuestro cielo.
La innumerable cantidad de deseos que se consumen en sí mismos. Las mentiras
que nos creemos todos los días. Los pequeños detalles.
Las pequeñas alegrías.
Un cocinero. El portero. Un cura. Un esclavo.
Una puta. Un condenado. La madre. El padre. Un hijo. Un abogado.
Un asesino. Un suicida.
Un violador.
Sí, todos lo saben.
Y a todos se nos cruza un pensamiento sobre la muerte una vez al día.
La posibilidad de otra cosa.
Todos pensamos en lo que realmente amamos cada tanto.
Cómo, a veces, nos fuimos dejando ganar por la rutina, el cansancio, la apatía
y finalmente quedamos tan lejos de eso.
Todo el resto es sexo.
Y son también todas las responsabilidades, los dolores,
las quejas, los pormenores, los elementos, la química, el cinismo, la obviedad.
Y son las millones de miradas que se cruzan en una sola esquina.
¿Qué está pensando toda esa gente?
Quizá quepa la posibilidad de que alguno esté pensando
exactamente lo mismo que yo.
Da miedo.
Y es ¡tan insólito!, fascinante, tan sencillo y estúpido y patético, si se quiere,
el hecho de que, sin saberlo, el extraño que me cruzo en la calle y que me mira,
o me esquiva la mirada, y que es imposible saber
la infinita cantidad de cosas que se esconden detrás del blanco
del ojo de un ser humano, esa persona,
quizá de la forma más trivial que se pueda concebir,
ya me modificó de alguna manera, alguna de mis acciones lo modificó a él en el pasado,
o alguna reacción suya va a impactar sobre mi existencia tarde o temprano.
Y yo me pregunto...
... ¿qué estás pensando vos, hermosa? ¿Estás esperando algo que te sorprenda?
¿Qué querés realmente? ¿Te está costando tanto dormir como a mí hoy?
¿Te resultaría más fácil si me tuvieras a tu lado?
¿Sería más fácil para mí?
¿Cómo voy a hacer para sacarte una sonrisa mañana?
¿Pasado mañana? Y, ¿al día que sigue? ¿Cómo voy a robarte ese beso esta noche?
Ese beso que no me querés dar de entre todos los que me regalás.
Ese que me obsesiona.
Pero, por sobre todo eso, y todo lo demás también,
hay algo que simplemente no me puedo sacar de la cabeza, mientras sigo
prendiendo cigarrillos para ganarle la palma al sueño,
caprichoso, como un chico. Y yo realmente quisiera saber…
… en qué carajo piensa un ciego para masturbarse.