jueves, 20 de enero de 2011

Despedida

Este amor que no sabe de imposibles
a menos que todo sea posible…
… que es una melodía sorda y atroz haciéndote cosquillas en el cuello.
Un perfume áspero y sensual que me intoxica los sentidos.
Un jardín en el paraíso… sin serpiente ni manzana,
un accidente esperando suceder,
un ascensor de servicio hacia la nada.
Una sospecha evidente,
una palabra impronunciable,
un impulso premeditado,
una promesa eternamente postergada.
Un día de los enamorados, todos los días,
sin las flores, ni el sexo o las caricias.
Un vestido que ya no te queda...
... una balanza que me marca un kilo menos cada día.
Un chiste que no le hace gracia a nadie
más que a nosotros dos, cuando nos permitimos ser uno.

Este sentir inabarcable que no deja de desearte,
tu deseo torpe de sentirme…
… que se quedan en eso, nada más.

Este amor que no lo predice ningún horóscopo
y ni siquiera el infinito puede contenerlo.
Y no hay psicologías que puedan condicionarlo.
y avanza contra todas las opiniones;
que sólo existe en nuestras intuiciones
atravesadas por desencuentros
que se confunden en estas ganas de querer
aprender a querernos.

Este paisaje hoy desierto de sensaciones
por la ventana de un tren que va a ninguna parte.
Este viaje al olvido
que está siempre interrumpido
mientras alguien en el pasillo besa un rosario
a la hora que los santos se confiesan.

Este amor que es todo menos lo que debe ser,
que dice todo lo que no debe decirse
y existe siempre en el lugar y momento exactos donde no debe hacerlo.
Este amor es una locura razonable,
un tango en tres por cuatro,
un suspiro que se nos vive escapando,
un sueño insomne en la madrugada…
… una duda, una corazonada.
Un suspenso tortuoso entre nuestros cuerpos
desbordados por la ansiedad.

Esta espera en el desengaño de una llamada que no quiero contestar.
Esa película que nunca voy a terminar de ver.
Esa canción que te recuerda a mí… aunque nunca lo hayas dicho.
Este nombre que me es ajeno a menos que esté en la punta de tu lengua.
Este vacío desesperante de pasiones ni interrogantes,
estos labios que no saben besarse,
estas miradas que se excitan al esquivarse
y las palabras que no nos dejan
desnudar en silencio 
todos nuestros miedos.

Esta vida en blanco y negro,
y de andar
partidos a la mitad.

Esas cosas que llevan mi nombre en tu corazón
y hoy hiciste tuyas,
es la forma más cobarde de no querer decirme adiós.

Estas ganas de mirarte y no pensar
y volver a mirarte una vez más.
Esas ganas que te arden y te tajan la piel
de decirme que querés que me quede… solamente un rato más…
… es arena entre las manos,
es cansancio,
una lluvia que no moja.
Simplemente humedece los fragmentos de esta historia
que ya a ninguno le interesa contar.

Este miedo a perder el control por completo en el otro,
casi tan fuerte como el miedo
de no poder volver a querer nunca más,
enredados en un juego
que ya ninguno puede ganar.

Este sentir enajenante que no deja de desearte,
ese deseo terco de sentirme…
… quedan en eso, nada más.

Este laberinto en el que los senderos se abren y se dispersan,
y vuelven a estrecharse continuamente.
Uno a uno, los vamos caminando
sabiendo que ya no podremos volver sobre nuestros pasos,
sin buscar una salida,
sin mirar atrás ni hacia delante.

Este amor que me atraviesa, envuelto en espinas,
quiere besarte el alma,
y se desangra antes de tocarte.

Este amor que me pedís a los empujones
y me arrojás de vuelta con violencia,
que me pone de rodillas,
me desarma y vuelve a armar cuando se le da la gana...
... trae consigo esta angustia inapelable
de saber
que este amor está condenado
a quebrarse en ese mismo instante
en el que quiere ser.

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