lunes, 15 de noviembre de 2010

Una poesía muy mal escrita

Ella siempre se toma el tren,
y se baja cerca de un cementerio;
después toma el subte, que va a otro cementerio...
... y a veces se dice:
"está bien, nadie puede llegar más lejos".
Todos los días, hace la misma rutina,
las mismas estaciones, los mismos horarios,
las mismas miradas,
los mismos títulos en el diario.
Y no es el cansancio, en realidad...
si no que ya
no percibe el movimiento de nada.
Esas mismas miradas,
desnudándola
en sueños cansados
que se evaporan en el vaho que quema en el aire
que nace de los huesos,
y no se les ocurre que esa chiquita que los tortura
tiernamente en todos sus letargos,
tal vez podría ser su hija...
... pero es nada más que una puta.
Y, quizá, fuera mejor así
si ella fuera su hija,
porque si no, no podrían pagarle.
Y ella también está cansada de decepcionarlos
en todas sus fantasías.
Y todos esos pensamientos la penetran y calan
hasta lo más hondo de su alma.
Y mientras camina por la estación, no puede evitar
sentir ese deseo de que un día algo pase
y, por fin, todo ese lugar estalle...
... y la eleve,
la arroje
fuera de ella misma y saber,
en definitiva, si el viento grita su nombre.
Y nunca más tener que ver
a ese viejo arrastrarse
por las escaleras mientras piensa:
"está bien, no es para tanto,
solamente unos peldaños;
ya es el mediodía y el sol está amenazando.
Tal vez hoy, me sonría la suerte;
un peldaño más
y después viene la muerte".

Por la mañana tuvo un cliente
que en un esfuerzo insoportable le descarga
todas sus frustraciones y su brutal impotencia,
para pagarle con acciones
porque su viejo es dueño de una gran empresa
que un de estos días, Dios sabe,
va a llevar su nombre.
Cuando aprenda el olor que tiene la sangre
y entienda la fiebre que despierta el dinero,
mientras su madre pasa
las tardes tirada
con una copa llena de pastillas
y las persianas bajas,
pensando que tal vez fue una buena ama de casa
cuando lo único que alguna vez
hizo bien en su casa
fue cogerse a otros tipos.

Y, en el fondo, él puede presentir
que pronto va a verse
envuelto en un trágico accidente
por ser tan perfectamente inútil;
mientras a mí, mi viejo...
... nunca me dijo
que iba a ser presidente de nada,
y hace tanto que no le hablo que ha de
estar contando
a todas las personas que lo quieren
para enterarse, al final, si fue buena gente.
Y, últimamente, no puedo
callar esa voz que me grita
que tengo que alcanzar ese último arte
sin saber ni siquiera
lo que eso significa... para transformar
esta angustia
de querer ser más grande
que la vida misma.

Y yo realmente no creo estar hecho
para llenar ningún vacío,
pero ella tiene libre la mañana y yo necesito,
tal vez, relajarme...
... El pobre chico no pudo ni pestañear
antes que el tren lo pasara por arriba.
Hubo un lindo, pintoresco funeral
lleno de gente escalofriante,
que apenas si podían
dominarse a ellos mismos...
... si en sus cuellos y manos
todos olían a sangre.
Y no tardaron en atropellarse
para tener la primicia.
Y el mundo pudo ver en vivo... el suicidio de la madre.

Ella es buena y me deja
descargar en este esfuerzo... tal vez patético
y algo cruel de mi parte
toda esta discapacidad emocional,
a cambio de algunas historias y pocas palabras.
Jugamos un poco y después prende
un cigarrillo, me cuenta
que se llama Abril pero cumple en enero
y yo la invito a mi casa
un día de alguno de estos años nuevos.
Su viejo era un general que murió solo en España
y ella se olvidó de rezar,
como también de los besos.
Me pide que le traiga
alguna de las cosas que escribo
y le di una poesía que debió ser un cuento
o una poesía que está muy mal escrita...
... pero a ella le gusta,
y me dice que esa chica se parece a ella, pero más triste.
Y el chico no está muerto,
si no que está trabajando para el tío.
Y que yo estoy
nada más que confundido.
Pero, de todas formas, quiere saber
cómo termina la historia.
Si esa chica todavía
quiere ver todo derrumbarse a su paso...
... si es verdad que un padre puede matar a su hijo,
o si el viejo, al final, subió la escalera.
Y me dice que lamenta
que mi viejo no fuera un buen padre
y yo lamento también... nunca haber sido un buen hijo.
Y hoy estoy decidido a terminar de contarle
que la belleza no siempre es feliz ni desgarrante.
Simplemente es... y eso la hace tan intensa.
Y que lo único seguro que existe en la vida, es la muerte.
Subo al taxi y, con calma,
le indico las calles.
tomo el diario y leo:
"diecisiete de julio, viernes...
... Estación Lacroze se cayó a pedazos".

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