Tu risa asmática,
suelta
pero medida,
controlada...
controlada...
... que me prende fuego hasta los huesos
y me hace cosquillas
y quiero jugar
y te deseo
tanto.
Tu mirada cansada,
intensa,
como una ventana
a un océano en el medio de una tormenta eléctrica
que esconde en su horizonte
una alborada de
mil soles.
Tu voz amable y temblorosa,
etérea,
casi nerviosa,
pero resuelta…
… es un péndulo sobre mi corazón.
Y ese corazón
tuyo,
sincero,
infantil
aunque desconfiado
aunque desconfiado
por momentos…
… intuitivo;
tratando de no perderse
ni una milésima de un segundo
entre un latido y otro.
Tu cuerpo
arrojando al aire pinceladas con cada
vaivén de tus caderas,
dibujando fantasías a cada paso,
dándole cuerda al universo.
Tu perfume a chicle
y sexo.
Tu alma transparente
e inhabitada.
La gracia torpe, tierna,
de tus brazos
y tus piernas…
y tus piernas…
… Esa delicada torpeza
y todos tus sentidos, toda tu piel,
abriéndose al viento,
brindándose enteros a la vida
como una flor.
Todas tus faltas,
salvadas.
Tu humildad.
Ese carácter tuyo
que disimula con sutileza
tus miedos.
Tus pequeños enojos.
Tu eterna necedad para debatir lo que sea.
La más mínima de tus muecas,
voy estudiándolas todas…
… para saber lo que querés antes que
tengas que decirlo.
Tus innumerables humores.
Tus manos temblando.
Tu llanto.
Tu ausencia
que me llena de
nada.
Mientras trato de escribir algo que
te desborde,
te estremezca…
… con palabras elocuentes,
graves
y majestuosas.
Intuir, con estos dedos porfiados
sobre este piano viejo,
desafinado,
la más sublime, exquisita de las melodías
que me recuerde a tu nombre,
tu precioso nombre;
descubrir alguna verdad irrefutable,
alguna expresión
que sea simplemente,
objetivamente
objetivamente
maravillosa,
pura,
perfecta;
renunciando a cualquier otra superstición…
… no puedo
pensar más que en pensarte
hasta volver a tenerte cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario