– Si tuviera que recordarte de alguna forma… en mi cabeza…
... sería bailando desnuda… ¡ja, ja!
– Mmm… Estoy acá, no tenés que imaginarme.
– Pero te vas a ir...
– Y voy a volver... por ahí...
– ... ¡Ja ja! Ahora te venís a hacer la importante.
– ¡Ja ja! ¡Si, seguro!
– Fenómeno, pero entre que te vas y volvés hay un espacio de tiempo
remarcablemente considerable.
– ¡Ni siquiera es un día entero! ¡Son horas apenas!
– Bueno, el tiempo es algo muy relativo.
– ¡Ja ja! Además... yo no sé bailar.
– Pero en mi cabeza sí.
– A ver... y ¿qué bailo entonces?
– No sé... dejámelo pensar... se me ocurre, por ejemplo,
alguna canción barroca,
alguna canción barroca,
de Mozart quizás...
... pero como si fuera un vals. No sé si Mozart escribió algún vals.
– Bueno, si escribís una canción así, yo aprendo a bailarla.
– ¡Ja ja! No sé... me gusta como fantasía.
Además, me parece que es más probable
que vos aprendas a bailarla.
que vos aprendas a bailarla.
– ¿Una fantasía?
¿Eso quiere decir que te vas a masturbar conmigo cuando me vaya?
¿Eso quiere decir que te vas a masturbar conmigo cuando me vaya?
– Bueno, tengo derecho, ¿no?
– ¡Sos un asco!
– ¡Ja ja! Claro, como si fuera la primera vez que lo escuchas.
– Bueno, me tengo que ir.
– Un poquito más quedate, mi amor. ¿Querés?
– No, nabo, tengo que trabajar.
– Está bien.
Ella se viste, le da un beso y se va.
El se queda un rato largo mirando fijamente hacia el techo.
Con las manos detrás de la cabeza. Estirado a lo largo de la cama.
No se viste. Prende un cigarrillo y se sienta en el piano.
Cierra los ojos y empieza a tocar.
Agarra una hoja pentagramada y escribe… y tacha…
… y vuelve a escribir.
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