lunes, 23 de agosto de 2010

Si


El hombre del siglo XXI está aprendiendo
que no conviene pensar en otra cosa más que en sí mismo.
Todo lo demás es contraproducente 
 y poco aconsejable. 
Al hombre del siglo XXI no le importa ser explotado,
sólo quiere ser rico,  
sin dejar de ser caritativo. 
El hombre del siglo XXI no comprende que
todo lo bello alguna vez fue feo.

El hombre del siglo XXI es politeísta.
El gobierno es dios… la policía es dios… 
su empresa es dios.
Y dios es compasivo pero te quiere
de rodillas.

La violencia genera violencia y parece ser un buen negocio.
El terrorismo de Estado es barato en Latino América.
La policía nunca sabe nada, pero siempre gana.
Y la caridad lava todas las culpas,
se perpetua un modelo.

Si el pensamiento iluminara nuestra más oscura naturaleza,
si nos atreviéramos a ir más allá de nuestra mente y nuestro cuerpo.
Si las ideas resonaran como los tambores,
si las palabras formaran cadenas.

Para el hombre del siglo XXI el arte es un objeto sin valor
a menos que alguien le ponga un precio.
El segundo objeto con menos valor es él mismo.
El hombre del siglo XXI no busca la sabiduría, ni la verdad…
… una verdad aunque sea, una utopía…
… sólo busca una erección de una hora y media
para acabar en cinco minutos de todas formas.
Busca la felicidad del consumo,
el consumo de la felicidad.
Al hombre del siglo XXI solo le enseñaron a apagar el fuego con fuego.
Su sensación más recurrente es el miedo…
… a lo que sea.
El hombre del siglo XXI quiere progresar, pero no sabe cómo.
Nadie sabe ya adónde va ese progreso.
La peor tragedia del hombre del siglo XXI es tener tiempo libre.
La estúpida búsqueda de la eterna juventud,
la inmadurez como un estilo de vida.
El hombre del siglo XXI no se informa,
especula sobre las especulaciones de otros sujetos.
No sabe lo que quiere tampoco
porque está ocupado pensando en lo que le quieren vender.
El hombre del siglo XXI no piensa…
… y no soporta que los demás piensen.
Se ofusca, se irrita…
… El hombre del siglo XXI ve en el otro una amenaza permanente.
Compite en el sexo, en el trabajo, en la escala social.
Ya no tiene alma, ni deseos…
… solamente es un empleo esclavo.
La sensación del alma o cualquier cosa que se le parezca
nos remite a nuestra propia finitud e intrascendencia… el horror.
Nos deja en un estado de melancolía peligroso y rebelde.
El hombre del siglo XXI no valora su vida…
… ni la del otro.

Si el pensamiento iluminara nuestra más oscura naturaleza,
si las ideas resonaran como los tambores,
si las palabras formaran cadenas.

El hombre del siglo XXI todavía no quiere entender
que las mujeres son tan humanas como él… y no son parte
de una especie diferente.
Mientras tanto ellas tratan de escapar
del estigma de ser un objeto o un accesorio
para algún día llegar a ser consideradas igual de vacías
e idiotas que el hombre del siglo XXI.

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